lunes, 17 de marzo de 2008

LA REPROGRAFÍA ILÍCITA Y LA PIRATERÍA EDITORIAL EN MÉXICO


Hace 30 años escribí mi primer libro sobre computación. Era de los pocos materiales en español sobre el tema.

Su título es “Las Computadoras para principiantes” con un tiraje total de más de 5,000 ejemplares y se vendía en mis oficinas, así como en las clases que daba en las escuelas locales, como el colegio “La Salle”; en las universidades como el Cristóbal Colón de Veracruz y, posteriormente, en el Tec de Monterrey, en la zona centro del estado, como texto de las materias que impartía, en un mundo de tecnologías de información que recién descubríamos en Veracruz.

Por coincidencia, a principios de los 80´s, dando una conferencia sobre la operación de computadoras, conocí a dos jóvenes estudiantes de escuelas tecnológicas de Orizaba y Veracruz que me dijeron que mi libro era el texto oficial de su materia de computación. Yo les pregunté que ¿en donde lo conseguían? Y me respondieron: “La escuela nos los vende”. ¡Pero si ahí no lo tienen!, aclaré. “Bueno -dijeron por separado- nos venden las fotocopias”.

Hoy en día la industria editorial y sus autores enfrentan dos grandes problemas, que si bien tienen orígenes distintos, causan graves daños económicos y morales a los autores y a los editores, y por lógica consecuencia, a la economía y a la cultura nacional: la reprografía ilícita y la piratería editorial.

La reprografía ilícita, es la reproducción parcial o total de una obra protegida por la Ley Federal del Derecho de Autor, utilizando cualquier sistema de copiado, inclusive digital, que se realiza sin la autorización del titular de los derechos, sin dolo, pero con ánimo de lucro directo o indirecto. Este tipo de reproducción atenta contra dos prerrogativas reconocidas por la Ley Federal del Derecho de Autor en favor de los autores o sus causahabientes:
• El derecho a autorizar o prohibir la reproducción de sus obras, y
• El derecho a percibir una remuneración justa por su trabajo.

María Fernanda Mendoza, Directora General del CeMPro (Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, Sociedad de Gestión Colectiva), nos señala que “Para tener una idea del problema basta contemplar las siguientes cifras: Se estima que en México se efectúan al año, sin autorización, alrededor de 7 mil millones de fotocopias de material protegido por el Derecho de Autor, esto es, libros, revistas y periódicos, principalmente en instituciones educativas de nivel superior y medio superior, públicas y privadas y en centros de copiado. Si consideramos que en promedio un libro tuviera 250 páginas, el fotocopiado realizado equivaldría a 28 millones de libros.”

Para atender este problema nació CeMPro ( www.cempro.org.mx ) una entidad sin fines de lucro que administra los derechos de reproducción, comunicación pública (en la modalidad de puesta a disposición), distribución y transformación de más de 100 editoriales mexicanas públicas y privadas, así como a sus autores, lo que representa cerca del 95% del mercado editorial nacional. La entidad protege los derechos de autor de miles de titulares extranjeros, por convenios internacionales que tiene firmados con las sociedades de Alemania, Argentina, Bélgica, Brasil, Canadá, Colombia, Dinamarca, España, Francia, Holanda, Hong Kong,.. por mencionar algunas.

Continúa María Fernanda: “Según datos de la Cámara Nacional de la Industria Editorial, la producción anual editorial promedio en los últimos tres años ha sido de 92 millones de libros. Hablar de 28 millones de libros fotocopiados es hablar, aproximadamente, de una tercera parte de la producción editorial. Vale la pena considerar, además, que para realizar las famosas antologías, se fotocopia parcialmente más de un libro, lo que aumenta, cuando menos al doble, el número de ejemplares afectados en su comercialización”.

Hagamos un cálculo: Si suponemos que cada libro costara en promedio $100.00 (cien pesos), se tendría un daño total de 5,600 millones de pesos al sector librerías, y de 3,600 millones a los editores.

Si de la cifra mencionada el porcentaje por concepto de regalías fuera del 10%, resultaría que anualmente los creadores de esas obras, llámense investigadores, artistas gráficos, científicos o autores en general, dejan de recibir 560 millones de pesos como retribución a su trabajo.

CeMPro señala: “Hay algunas personas mal informadas que consideran que la reproducción de textos a través de fotocopias es lo que permite que una parte significativa de la población pueda tener acceso a la lectura. Ello no es cierto, dado que la mayor parte de las fotocopias se sacan de materiales de texto, con fines de estudio y con materiales que no son básicos para practicar la lectura; aún así, hay que lograr que ésta acción no siga afectando los derechos de la industria editorial y frenando la justa retribución a la que investigadores y académicos tienen derecho. El justo reconocimiento de los derechos de autor y del editor, es lo que permitirá que se siga produciendo cultura y conocimiento”.

La solución, aparentemente sencilla, conlleva a esfuerzos culturales éticos y a una legislación más estricta: Regular el fotocopiado mediante un sistema de licenciamiento en el cual se paguen los derechos de autor por las reproducciones que se hagan de las obras protegidas por la ley.

Está claro: Hay un círculo que debemos romper y, para ello, se necesita el esfuerzo de una sociedad mexicana con un re-direccionamiento para entender que, en la medida que sea rentable producir libros, los tendremos, si no, muchos de nuestros cerebros privilegiados se irán a otros países entregar su creatividad y lucidez y, nosotros, nos quedaremos en la cultura de la incultura.

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