domingo, 8 de marzo de 2009

ADIOS, MR. CHIPS


Por Ramón de la Peña Manrique (7 Mar. 09)

Me tocó asistir a las ceremonias luctuosas para don Fernando García Roel en Torreón y Monterrey, que trajeron a mi mente la imagen de un extraordinario mentor para quienes tuvimos la suerte de trabajar cerca de él.

Los calificativos hacia su persona ciertamente son válidos, una persona apasionada de la educación, de la ingeniería; enérgica, responsable, puntual, con una memoria de elefante, carismático, bromista, perfeccionista; un líder capaz de ganar la confianza y el aprecio de sus colaboradores. En fin, una persona que dejó una huella importante en el Tecnológico de Monterrey.

Por esa razón, el Municipio de Monterrey en su programa de reconocimiento a personas que decidieron dejar, a través de su acción, una huella importante en nuestra comunidad, decidió honrar a don Fernando como "El Regio más Regio" en el área de educación.

La muerte de don Fernando trajo a mi mente dos o tres reflexiones adicionales. La primera es por qué esperar hasta que una persona muera para reconocerle sus méritos y logros. "En vida, hermano, en vida", nos diría la poeta tampiqueña Ana María Rabatté, pues de otra forma quien recibe el reconocimiento es sólo la familia del homenajeado.

La segunda reflexión la hice al recordar que no hay sustituto para la experiencia y el conocimiento adquiridos a través de una vida. Se ha demostrado que el cerebro de una persona de 60 años o más, mentalmente activa, "parece un bosque denso con ramas que se entrelazan entre sí. Esta densidad refleja un conocimiento más profundo y un mejor raciocinio".

Pero, ¿por qué se desaprovecha la experiencia de las personas maduras en nuestro país; por qué no las invitamos como mentores a nuestras organizaciones; por qué no seguimos el ejemplo de Raúl Castro, quien al hacer una renovación de su gobierno, nombró como sus nuevos hombres clave a muchachos de la edad?

Su número dos es un médico de 77 años; su Ministro de Comunicaciones, un muchacho de 76 años; Ministro de Agricultura, un general de 66 años; Ministro de Defensa, otro general de 73 años; el presidente del Parlamento, un académico y diplomático de 71 años; el Ministro del Interior, otro general de 69 años; el Ministro de Salud, un médico de 76 años. Y también nombró a dos jóvenes, un ingeniero mecánico de 47 años como Ministro de Transporte, y como canciller, a un periodista de 51 años.

Recuerdo una conversación que tuve con un extraordinario vicerrector académico del Tecnológico quien me comentó, en un evento académico en la Ciudad de México, antes de salir del Tec: "Me presentaron como una persona extraordinariamente innovadora, que implantó el sistema de instrucción personalizada y un buen número más de programas innovadores, pero para mi sorpresa, cuando salí del Tec nadie me invitó como consultor, asesor ni mucho menos como mentor".

Dejo esta reflexión para los líderes empresariales, comunitarios y políticos. Aprovechen el talento de "los muchachos de la edad".

El tercer comentario vino a mi mente al recordar el libro de Mitch Albom, "Martes con mi Viejo Profesor", en el que relata las recomendaciones que un profesor le hace a su antiguo alumno, cuando el profesor, presa de una enfermedad mortal, tiene la oportunidad de interactuar con él.

Me gustó mucho el mensaje: "Lo más importante de la vida es aprender a dar amor y a dejarlo entrar", pero cuando lo relaciona con la familia encuentra un gran significado al decir: "Suponte que estuviese solo, sin hijos o sin esposa, sin duda esta enfermedad que estoy padeciendo no la podría soportar".

La familia, asegura el profesor, es la seguridad de que alguien está velando por ti todo el tiempo. Sin duda, afirma, sin ese amor somos pájaros sin alas.

Y don Fernando tuvo unas excelentes alas en su esposa Laurita.
(Incluído con la autorización del Ing. Ramón de la Peña Manrique )

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