lunes, 3 de agosto de 2009

¡ MISIÓN CUMPLIDA !


Con mi reconocimiento, admiración y respeto a los Doctores: Esperanza Torre Arellano y Jorge Arturo Larra Torre.

Esperanza se veía reflejada en Jorge Arturo, su hijo, pues ella es una Doctora inquieta y participativa. Una Mujer de carácter.

Lo pienso así, aunque Jorge nunca me lo dijo personalmente, porque él decidió seguir la misma carrera de Medicina y, su sueño manifestado explícitamente, era que su diploma de Doctor estuviera colocado en su casa, a un lado del de su mamá.

Jorge, un niño, un adolescente y un joven como muchos, heredó de la Doctora Esperanza el carácter que respaldan sus logros alcanzados.

Hace apenas unos años, concluyó sus estudios de Medicina.

Y si bien, como los jóvenes de su edad, gustaba de la diversión y de la fiesta, además de la de la amistad sincera, no era débil ante a los excesos. Sería muy lógico pensarlo pues, como médico, conocía los costos de los abusos. Jorge no fumaba.

Vinieron pues las épocas del servicio social, en las que el Doctor –aún sin título- atendía pacientes en diferentes sitios del estado de Veracruz.

La carga de trabajo era intensa, sobre todo para un joven responsable, pero la realizaba con el cariño de aquel que ama su profesión.

Porque la Medicina da mucho, en lo económico, a quienes lucran con ella, pero da más aún a los que la ejercen como una entrega total y con el sentido de un servicio a su comunidad, a su estado, al mundo.

Un día, Jorge empezó a tener síntomas que le parecieron, en un principio, de gripe o tos por algún resfriado o mal atención personal. Pero después de un tiempo, Jorge se acercó a una institución Médica para que lo revisaran más profundamente.

Su sorpresa fue mayúscula cuando apareció un cuadro que no se imaginaba: Jorge tenía Cáncer.

-¿Cómo?, se preguntaba a sí mismo y, seguramente por su espiritualidad, reclamaba a Dios que no existía razón alguna para que se hubiera desarrollado en él esa terrible enfermedad.

Sin embargo, con el soporte de mamá, decidieron juntos dar la batalla a esa terrible y temible enfermedad.

No voy a profundizar en las noches largas, los días eternos, los malestares y los reclamos que tanto Madre como hijo, justificadamente, externaban sobre lo que le acontecía. Pero si puedo señalar que, tanto Esperanza – haciendo honor a su nombre- como Jorge -que dibujaba permanentemente una sonrisa en su rostro cuando lo visitábamos en casa o en el hospital- juntos lucharon “hombro con hombro” para derrotar al cruel enemigo.
En cada ocasión Jorge le prometía a su Mamá que iba a terminar bien lo que había empezado: Su carrera de Médico.

Soñaba el día en que su título estaría colgado en la sala de su casa, precisamente junto al de Esperanza, su Mamá que, lejos de aceptar cualquier derrota, le decía a su hijo:
-“Tu título debe estar en un lugar muy especial, pues es tu propio éxito”.
Jorge insistía:
- “Lo quiero en la sala,… junto al tuyo”.

Y los vimos, muchas veces, vencedores y ufanos; Otras cansados y pidiendo tiempo por la afanosa lucha, pero NUNCA derrotados. Siempre pensando que la batalla que se libraba era una batalla que juntos ganarían.

No viene al caso señalar que en más de una ocasión cantaron una Victoria definitiva sobre el cruento mal. Pero apenas y pasaba la satisfacción, el enemigo les enfrentaba en otro momento y de otra forma.

La fortaleza de los dos se crecía ante el ánimo que, sólo una Madre y un hijo pueden tener ante las afrentas de la vida…

Y Jorge logró su sueño. Un sueño que ya compartía con su Mamá.
¡Jorge alcanzó el ÉXITO!

Apenas y con fuerzas; Sostenido y débil de cuerpo, pero inmenso en su Alma, el día 28 del mes de Febrero de 2008, Jorge concluía su examen profesional en la Facultad de Medicina de la Universidad Veracruzana. ¡Ya era Doctor!



Pero sólo pasaron 17 días más,… y su vida se apagó como una vela a la que sopla el Amor de Dios para decirle: “Descansa. Ya lograste lo que querías. ¡Misión cumplida!”.

Una misión que les muestra a miles de jóvenes lo que podemos lograr a pesar de todo… ¡De TODO!

Tal vez Jorge Arturo Lara Torres no aparece en Internet. Ni tiene medallas por competir en un evento de Karate internacional o de lucha profesional, cuerpo a cuerpo.

Su medalla, la más grande, más valiosa que todas las otras, radica en que supo sostenerse hasta lograr su cometido. Un compromiso con él mismo y que ofreció a su Madre, que lo llevó a lograr su título.

Esperanza, plasmó sus reflexiones y sus anécdotas en un libro: “¡MISIÓN CUMPLIDA!”. En donde, seguramente aparecen las alegrías de la niñez y sus enfados, porque nadie se escapa de una buena regañada de Mamá.

Pero tanto Jorge, como Esperanza, dejan en ese libro el ejemplo de una lucha contra las adversidades; contra los retos de la vida misma, que supieron ganar cuando Jorge concluyó, a pesar de su mortal enfermedad, con su carrera de Médico.

Eso es lo que yo también llamo: ¡Misión Cumplida!

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